
*De discos importados a salditos de 20 pesos*
El Anecdotario sonoro
Ayer caminando rumbo a la secretaría de salud, pasé por la calle Ojinaga y en la esquina de la tercera, tuve un flashback, me quité la mitad de mi vida, me remití a mis 17 años, estuve parado ahí por segundos, recordé que traía dinero, pero no, lo que compraba en aquel 1999 0 2000 ya no lo vendían ahí.
Ni la fachada dejaron de aquella tienda especializada de música llamada melómano, la cual pasó de ser un punto de encuentro, compra, venta, intercambio, diálogos y escucha de música, cine, revistas, libros y alguno que otro afiche, a una tienda de conveniencia de esas que empiezan y acaban con la letra O.
Rodolfo, el encargado de la tienda, conocía tan bien a sus clientes en cuanto a los gustos musicales, que al entrar al local ya tenía en el mostrador material nuevo según el género de música.
La especialidad era la venta de discos compactos importados, caros, si, en aquellos años se pagaba por un disco que venía de otros países al menos 220 pesos.
Separados por género, tanto discos como películas, así como alguno que otro libro y revista, las visita a melómano consistirá en algo que en los estudios de Mercado se explica como “pagas por una experiencia o conocimiento y de regalo te llevas un producto”.
Para variar, la tienda me quedaba a la vuelta de mi antigua escuela de arquitectura, por lo que mis ratos libres eran básicamente estar viendo portadas de discos y revistas, y de pasada escuchaba alguno que otro material.
En alguna ocasión intenté contar cuantos discos había comprado en todos los años que estuvo funcionando melómano, le perdí la pista en poco más de 40.
¿Como es que identificaba los discos que compraba con el Rodolfo?, fácil, los discos importados tenían en la parte de arriba de la caja una etiqueta de seguridad blanca, la cual despegaba con demasiado cuidado y la pegaba en un costado, haciendo más vistoso mi disco.
El primer disco que compré ahí fue el nevermind the bollocks de los sex pistols, acompañado de un parche de tela de los ramones, los cuales aún conservo en mí cuarto.
Menuda sorpresa me llevé cuando supe que ahí se podían pedir discos compactos de importación; ¿con que me embarqué?, con el primer disco de godsmack.
Si, invertí (y seguiré invirtiendo) bastante dinero en discos compactos, la gran mayoría en ediciones especiales, algunos de ellos ya sin poder valuarse para futuras ventas, cosa que hasta la fecha no me arrepiento.
Hice muchas amistades ahí, lo mejor de todo fue que se tenía el mismo gusto musical, por lo que las pláticas se extendían a los intercambios de discos “quemados”, y cuando se tenía dinero, se podían sacarle copias a color a los discos copiados.
Entre algunas cosas raras que me consiguió el buen Rodolfo estaban ediciones impresas de la revista inglesa New Musical Exprés (NME), un libro fotográfico de Pearl Jam, sencillos de decenas de bandas y como no, las revistas americanas de spin y las españolas de rocksound.
Todavía recuerdo que en una ocasión, Rodolfo comentó que el fin de los discos compactos se acercaba, nos reímos un rato y asintió a lo que había comentado.
No recuerdo la fecha en que cerró el local, no quisiera forzar la memoria para acordarme de cosas de ese tipo, pero si tengo en la cabeza cuando llegué a melómano y… ya no estaba.
Se había esfumado como el mismo gusto de las pasadas generaciones por comprar, intercambiar, escuchar, palpar, cuidar, almacenar, oler y valorar la música.